Las cajas contienen materiales que los niños usan para aprender. Son adornadas con colores, escarchas, goma eva, dibujos, pintadas con témpera y otras forradas. Durante dos años estuvieron en las casas de los estudiantes, fue su baúl de juegos o su caja de herramientas. Instrumentos de cartón cortados por los alumnos y sus familias, son letras y números que en el mundo de la clase se transforman en signos, símbolos, sonidos, pronunciación, lectura y escritura.


Las cajas están en una repisa de la sala de Mónica Balmaceda Hidalgo en el segundo básico de la escuela de hombres República de Brasil en San Bernardo y, aunque se encuentra a 25 kilómetros del Palacio de la Moneda, es como llegar al campo.


La profesora tiene 30 años de trayectoria y durante la pandemia en 2021 comenzó siendo la docente de primero básico, sus estudiantes, hoy en segundo, quienes obtuvieron un 90% de logro en lectura y escritura en la Prueba de Diagnóstico Integral de Aprendizajes (DIA) aplicada al inicio del año escolar en todos los colegios de Chile.


La Agencia para la Calidad de la Educación en su informe de mayo de 2021, reconoce que “los resultados nacionales no son satisfactorios en ningún nivel, siendo muy preocupantes a partir de 6° básico”. Esto porque entre sexto y tercero medio, en la prueba de lectura, los estudiantes obtuvieron entre un 48 y un 59 por ciento de logro, lo que equivale a menos de un 4,0 en la escala de 1 a 7.


Mientras que la prueba aplicada a los segundos, terceros y cuartos básicos a nivel nacional presenta resultados superiores al 80% de logro, según expone el informe. Dicho resultado contrasta con los expuesto por INTERFERENCIA en su artículo “Niños de educación básica no logran desarrollar proceso de lectura y escritura retrasando su capacidad reflexiva”, el que da cuenta de un nivel de logro en los estudiantes de La Pintana y La Granja que no supera el 50%.


Por otra parte, la brecha que existe entre el rendimiento de colegios con alta y baja vulnerabilidad en lectura y matemática es cada vez más alta, tal como lo expone el análisis desarrollado por la Agencia de Calidad de Educación. 


El Índice de Vulnerabilidad (IVE) se construye a partir de información proveniente del Sistema Nacional de Asignación con Equidad (SINAE), y refleja el porcentaje del total de alumnos de los establecimientos con prioridad para recibir el Programa de Alimentación Escolar.


Los puntajes oscilan entre 0 y 100, donde el valor mayor expresa la máxima vulnerabilidad posible. El puntaje obtenido se puede expresar como vulnerabilidad en categorías (bajo, medio, alto o muy alto). Un estudiante se considera altamente vulnerable si su puntaje pertenece al tercer o cuarto cuartil del año medio. Es decir, todos los estudiantes que se encuentran en un IVE superior a 50 % están en el rango de alta vulnerabilidad y entre el 75 y el 100% muy alto.


De los 1587 colegios de enseñanza básica de la Región Metropolitana que reciben aporte estatal, 73 de ellos se encuentran en el rango de vulnerabilidad baja o media, mientras que 1514 están en la categoría alta o muy alta. Es decir, que el 5% está en la categoría baja o media, mientras que el 95% presenta una alta o muy alta vulnerabilidad.


El índice de vulnerabilidad se calcula a partir de ocho dimensiones, entre las que se aborda: contexto socioeconómico familiar, salud, discapacidad, educación, hábitat y vivienda, contexto socioeconómico comunal, entorno familiar y participación cívica, derechos y libertades civiles.


Los 35 colegios municipales de la comuna de San Bernardo presentan vulnerabilidad alta, encontrándose entre un 79 y un 97 por ciento de vulnerabilidad. La Escuela Básica República de Brasil, donde trabaja la profesora Mónica Balmaceda, presenta un 86% de IVE y aún cuando el contexto se plantea como desfavorable, logró que su curso no solo desarrollara clases on line durante la pandemia, sino que además cumplió con todos los objetivos de aprendizajes propuestos para un año académico normal.


Formando familias


“Todas mis actividades están ligadas con la familia. Por qué tuvo éxito la lectura, es porque los invité a todos a participar. Mientras más cariño se le da a un niño, mayores aprendizajes tienen”. Lo que plantea la profesora Mónica Balmaceda parece ser intuitivo, pero después de estudiar técnico en párvulos, pedagogía básica, dos programas de magíster y ejercer durante 30 años en la educación pública, la educadora pone en el centro del aprendizaje el afecto y el involucramiento de todos los actores de la comunidad educativa para el logro de los aprendizajes de un estudiante. 


Durante los seis primeros meses del 2020, la profesora pidió un permiso sin goce de sueldo en la Corporación de Educación de San Bernardo, para abordar un nuevo desafío en su carrera, ser tutora de estudiantes de último año de la carrera de pedagogía de la Universidad Las Américas. Fue esta experiencia la que le permitió llegar al 2021, dominando plataformas como Zoom y Meet, que permiten dictar clases de forma on line.


Esta profesora ha completado cerca de 3 mil horas de perfeccionamiento y sigue en la búsqueda de nuevos conocimientos para ejercer la pedagogía. Trabajó en el campo en Lo Herrera durante 10 años, lugar en que consiguió la planta en la corporación de educación de la comuna de San Bernardo. Desde que asumió su primer kinder, siendo técnico en educación de párvulos en los años 80, supo que quería dedicar su vida a la pedagogía, así ha sido durante las últimas tres décadas.


Para desarrollar la red que permitió que los niños lograran leer, lo primero fue activar un whatsapp con los padres, sus hijos estaban entrando al colegio, por lo que había más dudas que en cualquier otro nivel. Luego, en una reunión de apoderados, la profesora les explicó la forma en que se desarrollarían las clases, de 9 a 12 hrs y para los estudiantes que necesitaban refuerzo el horario se extendía hasta las 13 hrs. 


“Algunas veces son los hermanos los que apoyan a los niños, otras veces los abuelos. Los padres muchas veces se conectaban a la clase mientras viajaban a sus trabajos, todos podían entrar, pero aunque había muchos conectados, siempre la clase se desarrolló en un clima de máximo respeto”, recuerda Mónica.


“Porque eso fue algo fundamental, el que siempre todos quienes estaban en la sala, estudiantes o apoderados, supieran que estaba en una sala de clases, yo lograba escuchar con claridad a los niños y ellos, a mi, por lo que todo lo otro era aplicar la imaginación para que la distancia dejará de ser una barrera”, explica la maestra.


“Para que un niño aprenda a leer su contexto lo debe aproximar a la lectura y debe tener las letras a su disposición, por lo mismo, en la clase les pedí a los apoderados que en un cartón de 10×10 centímetros dibujaran las letras, tres de cada una y una mayúscula, debían cortarlas y ponerlas en una caja en la que los niños pudiera encontrarlas”, detalla Balmaceda.


“Para que un niño aprenda a leer su contexto lo debe aproximar a la lectura y debe tener las letras a su disposición, por lo mismo, en la clase les pedí a los apoderados que en un cartón de 10×10 centímetros dibujaran las letras, tres de cada una y una mayúscula, debían cortarlas y ponerlas en una caja en la que los niños pudiera encontrarlas”, detalla Balmaceda.


Con las letras a su disposición, la profesora debía explicarle a los apoderados y los niños que  “todas las letras tienen un sonido y una forma de escribirlas. Había que explicarle a los padres que la letra se llama de una manera y suena de otra, ellos aprendieron junto con sus hijos y luego les enseñaban”, relata la profesora.


La flexibilidad es un componente que Mónica trabajó durante todo el periodo, puesto que los padres no siempre pueden cumplir con la entrega en el tiempo en que al profesor le gustaría, por eso es que, con el afán de adaptarse al ritmo de los apoderados, la profesora se juntaba con ellos para preguntarles el motivo del retraso en la entrega del material y muchas veces llegaba a desentrañar conflictos familiares que decían relación con madres que criaban solas a sus hijos y debían trabajar doble turno para tener sustento, o parejas que se unían y arrastraban a sus hijos a nuevos hogares donde debían adaptarse, entre muchos otros temas que solo la conversación lograba descifrar.


La convicción de la profesora Mónica es que un problema de aprendizaje no tiene que ver simplemente con que un niño no reconozca una letra, a veces hay que lograr que un padre no presione a su hijo, que el niño logre expresarse por sí solo y no llore cada vez que se le pregunta algo, “por eso cada vez que los niños pensaban que estaban jugando en un concurso que planificaba para evaluarlos, yo estaba diagnosticando, anotando la reacción del niño, el avance de su aprendizaje, y todo lo que me sirviera para abordar con mayor conocimiento al estudiante”, explica la maestra.


Una vez que la profesora logró diagnosticar las particularidades de sus estudiantes, junto al Equipo de Integración Educativa PIE abordó a los estudiantes con mayores dificultades. La profesora también cuenta con una docente ayudante con la que planifica y trabaja durante el horario de clases, es su dupla en la sala.


“Todos los viernes hacíamos olimpiadas estudiantiles. Le pedíamos a los estudiantes que eligieran a una de las profesoras. Yo venía de color rojo y la profesora Francisca ( la ayudante) asistía a la clase de color amarillo, los niños elegían y tenían que asistir a la clase con ropa del color que elegían. Y los concursos que hacíamos eran dictados, reconocimiento de letras, lectura comprensiva, completar oraciones, matemáticas, ciencias, etc. Todos nos divertíamos estudiando, a veces las mamás corrían por la casa disfrazadas, era muy entretenido verlas compenetradas a ese punto con sus hijos”, expresa Mónica, mientras explica a INTERFERENCIA su metodología. 


La jefa de la Unidad Técnica Pedagógica (UTP) de la Escuela República de Brasil, Miriam Alvarez, plantea que “ el resultado de la profesora Mónica es sorprendente, porque la realidad nacional y del colegio dice otra cosa. El resultado de la profesora no solo nos sorprendió, sino que fue un ejemplo que tomamos para abordar los cursos ahora que comenzó la presencialidad”.


“El gran desafío que tenemos como institución es acortar las brechas que existen entre los niños. La pandemia ha sido desastrosa, ellos están descendidos como si estuvieran dos o tres años sin estudiar”, explica la jefa técnica pedagógica. 


Sobre las claves que podrían descifrar el resultado obtenido por el segundo básico de la escuela República del Brasil, la encargada de UTP planteó que: “Mónica vibra con todo lo que se refiere a los niños, ella tiene una buena matrícula, una buena asistencia, una buena respuesta de los padres, tiene que ver con la cercanía y la afectividad, ella tiene un gran compromiso con los niños”.


Sobre las claves que podrían descifrar el resultado obtenido por el segundo básico de la escuela República del Brasil, la encargada de UTP planteó que: “Mónica vibra con todo lo que se refiere a los niños, ella tiene una buena matrícula, una buena asistencia, una buena respuesta de los padres, tiene que ver con la cercanía y la afectividad, ella tiene un gran compromiso con los niños”.


Julián tiene siete años y su mamá Bárbara Carrasco 42, durante 2021 fueron parte de la clase de la profesora Mónica. El niño venía de una escuela de lenguaje, no sabía leer al ingresar al curso, durante al finalizar el primer semestre ya era capaz de leer, relata su madre.


“No todos los días los niños tienen el ánimo de estudiar, la profesora nos pedía que encendieran las cámaras para ver a los niños, ella se detenía en cada uno para saber cómo estaba, ellos desde el inicio sintieron que la profesora era una persona en la que podían confiar, eso transformó el aprendizaje de mi hijo”, explica la madre de Julián, uno de los estudiantes de segundo básico de la Escuela República del Brasil .

La apoderada recuerda que “las metodologías que utilizaba la profesora siempre fueron muy cercanas. Nos pedía que usáramos materiales que encontrábamos en la casa, las cajas que teníamos desocupadas las reutilizábamos para construir las tarjetas con las que los niños desarrollan sus ejercicios de lenguaje, la profesora buscaba nuestro ahorro en todo lo que pedía”.


Sobre la evaluación disfrazada de concurso que Mónica hacía a sus estudiantes todos los viernes, Bárbara, su apoderada, recuerda que “a Julián le encantaba que llegara ese día, porque participaba en un concurso literario, si bien en la clase durante la semana no se percibía el avance de los niños y ejercitar en la casa parecía interminable, el trabajo se reflejaba en las intervenciones de los niños”.


“Cuando la profesora les decía quién arma la palabra mamá más rápido, todos los niños querían ganar, todos se habían preparado para ese momento y cuando la profesora veía que ellos lo lograban, les resaltaba su logro y el orgullo que producía en ellos era lo que hacía que durante la semana se esforzaran en avanzar y así llegar al viernes y ganar el concurso”, recuerda una de las apoderadas de Mónica.


Aprender jugando, el afecto, la incorporación de la familia y abordar todos los objetivos de aprendizajes descritos en el currículum nacional fueron las claves con las que la profesora de San Bernardo logró un resultado excepcional dentro de nuestro país.


Fuente: interferencia.cl

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