Ante el imperativo de la transformación digital, las empresas ya no dudan en invertir masivamente en tecnologías de vanguardia. Pero, finalmente, transcurridos algunos años, un número significativo de compañías se sienten decepcionadas, por los resultados obtenidos.
¿Cómo explicar esta insatisfacción? Para tener éxito en la transformación digital, la implementación de tecnologías específicas por sí sola no es suficiente. Es necesario combinarlo con la estrategia empresarial adecuada, nutrirlo con catalizadores tecnológicos y, sobre todo, incluir el ‘factor humano’ para lograr que la colaboración entre equipos sea clave.
Una transformación digital exitosa no se basa solamente en aplicaciones o tecnologías. Las organizaciones ahora deben aceptar cambiar el paradigma integrando a todos sus equipos en un proyecto común, empujando los límites y así proyectarse en la creación de las nuevas fronteras de lo digital. En la era del ‘todo digital’, las organizaciones pioneras destacarán por una estrategia donde el ser humano se impone a la tecnología.
La tecnología por sí sola no garantiza el éxito
El periodo de evangelización a favor de una transición digital ha terminado. Las organizaciones ahora han entendido el valor de las tecnologías de última generación. Ya no dudan en invertir en Big Data, ciberseguridad, Inteligencia Artificial, automatización… Sin embargo, según McKinsey, el 70% de los proyectos de transformación digital no aportan los beneficios esperados. Un estudio de Forbes Insights señala que el 75% de los altos ejecutivos dicen que siempre están esperando obtener un beneficio tangible de estas tecnologías que a veces perciben como “disruptivas”.
No se equivocan: lo son. Todavía es necesario que los cambios que traen estén bien orientados y bien ‘metabolizados’ por toda la empresa. No basta con inquietar, y por lo tanto romper los equilibrios que funcionan, para que el cambio sea positivo y dé los resultados esperados.
La IA es un ejemplo particularmente llamativo. Según un estudio conjunto de BCG-MIT, solo el 10% de las empresas logran obtener beneficios financieros de su despliegue. Y es por una buena razón. El error fundamental es pensar que la selección e implementación de una solución tecnológica por sí sola permitirá alcanzar sus objetivos estratégicos más rápidamente y apoderarse de nuevas cuotas de mercado.
Sumar soluciones no es una estrategia como tal. Como Deloitte señala en un estudio, “Cuando todas las organizaciones son digitales, cualquier estrategia debe ser una estrategia digital; la estrategia será el factor diferenciador”. Tener una visión basada únicamente en los beneficios financieros y en la productividad significa, en última instancia, perder todas las oportunidades que se abren a las empresas en este contexto: innovación sostenible, crecimiento sostenible, desarrollo ágil, etc., todos los beneficios que merecen ser considerados.
Por tanto, para tener éxito en la estrategia de transformación digital, es esencial ampliar la visión y poder proyectarse en nuevas fronteras. Es más esencial que nunca adoptar un enfoque holístico donde el factor humano sea central. Por no hablar de la implementación de sinergias dinámicas entre las fuerzas empresariales y los catalizadores tecnológicos.
La construcción y la colaboración de lo que se llama ‘la profesión’ es ahora el factor esencial para una digitalización exitosa de la propia empresa. Una vez más, sin tener en cuenta lo humano, ningún éxito puede ser completo.
Una transformación digital arraigada en las personas: la nueva frontera
Los proyectos de transformación digital exitosos demuestran una interacción elegante, armoniosa e interdependiente entre la tecnología y las personas. Un elemento por sí solo no puede tener éxito sin el otro. Es por ello que el factor humano debe considerarse ahora como el punto de partida de cualquier estrategia de transformación digital para alcanzar estas nuevas fronteras.
Esto último ya no debería ser cuestionado por la dirección y por los equipos de TI. La cultura corporativa debe orientarse en esta dirección para establecer bases sólidas y obtener resultados concretos que unifiquen a toda la empresa en torno a un proyecto claro. Por tanto, un proceso inclusivo construido en torno a cursos formativos para lanzar y establecer una colaboración transversal e interfuncional es a menudo un excelente punto de partida.
En cualquier caso, se deben evitar los efectos de silo. La multidisciplinariedad y la comunicación son, por lo tanto, respectivamente reina y princesa. Ambas permitirán, a largo plazo, un análisis completo de las motivaciones, los ‘puntos de dolor’, las expectativas, pero también y, sobre todo, los requerimientos de cada uno con miras a maximizar la alineación.
Es precisamente el establecimiento de una colaboración constructiva lo que permitirá evitar al final de la cadena y una vez desplegada la solución, tener que perder tiempo y energía en la implementación de una estrategia de cambio. Ya no debemos tratar de cambiar el factor humano, es infinitamente más productivo integrarlo desde el principio en la estrategia. Es en este preciso punto donde radica la verdadera innovación, la que mueve fronteras y promueve el cambio.
Identificar y medir las consecuencias
¿Podemos realmente tener éxito en nuestra transformación digital si lo hacemos de esta manera? Las primeras empresas que han implementado con éxito la IA a escala lo demuestran. Las organizaciones que más rinden no dudan en invertir habitualmente en ello. Adoptan un presupuesto para los empleados que es el doble del asignado a la tecnología.
Este éxito implica también tratar las cuestiones tecnológicas de los equipos habitualmente asignados a su tratamiento e integrarlas en objetivos de negocio precisos y cuantificables. También requiere la capacidad de identificar los desafíos y los posibles impactos, tanto en los negocios como en la tecnología.
La ciberseguridad, por ejemplo, según BCG, “No es un proyecto tecnológico, es un proyecto empresarial con un fuerte componente tecnológico; debe considerarse de manera holística para apoyar los cambios organizacionales y empresariales en profundidad”. Otro ejemplo, un estudio de McKinsey predice que alrededor del 30% de las tareas en el 60% de los trabajos podrán automatizarse en un futuro próximo.
Por tanto, este nuevo enfoque implica necesariamente apoyar el factor humano en su adaptación a los cambios en los entornos de trabajo. Como tal, la capacitación y el desarrollo constante de habilidades internas son esenciales para implementar un crecimiento y una estrategia de innovación sostenibles.
Fuente: RevistaByte.es